Las misiones de exploración espacial siempre tienen un destino específico, pero nada les impide mirar otros planetas en el camino y ayudar con nuevos descubrimientos científicos. Esto es exactamente lo que sucedió con los datos recibidos de los dispositivos que volaron más allá de Venus.
Dos sondas, BepiColombo, en dirección a Mercurio, y Solar Orbiter, en dirección al Sol, recientemente pasaron por Venus casi simultáneamente. Los astrónomos ahora tienen una rara mirada al funcionamiento del campo magnético de Venus, gracias a los datos de ocho sensores y dos observatorios como resultado de su repentina “colaboración”.
” BepiColombo tenía una visión general perfecta de las diferentes regiones de la envoltura magnética y la magnetosfera”, dijo el autor principal del nuevo estudio , el astrónomo de la Universidad de Tokio, Moa Persson.
El campo magnético de la Tierra es una razón clave por la que la vida se ha desarrollado con tanto éxito en ella. Los campos magnéticos ayudan a desviar las partículas de alta energía que se alejan del Sol (el viento solar), protegiendo la frágil atmósfera del planeta. Venus es mucho menos afortunado en este sentido: no tiene un campo magnético creado en lo profundo de su núcleo, como la Tierra.
Sin embargo, Venus tiene un llamado campo magnético “inducido”: cuando el viento solar interactúa con partículas cargadas en la atmósfera, se forma una magnetosfera que rodea al planeta. Alrededor de esta burbuja magnética, el viento solar se desacelera, se calienta y se desvía como la estela de un barco.
Solar Orbiter pasó a Venus justo fuera de esta magnetosfera y observó el viento solar en su estado de reposo. Al mismo tiempo, BepiColombo voló a través de la “región de estasis”, la región donde se espera que el viento solar y la atmósfera interactúen en Venus. Los datos recopilados proporcionaron la primera evidencia experimental de que las partículas cargadas en esta región se ralentizan significativamente por la interacción entre el viento solar y Venus, y que esta zona se extiende a una distancia inesperadamente grande: 1,9 mil km sobre la superficie del planeta.
Las observaciones también han demostrado que la magnetosfera inducida proporciona una barrera estable que protege la atmósfera de Venus de la destrucción por el viento solar. Esta protección sigue siendo fiable incluso durante el período del llamado mínimo solar, cuando la disminución de la radiación ultravioleta del Sol reduce la fuerza de las corrientes que generan la magnetosfera inducida. Este descubrimiento contradice las predicciones previas sobre la conexión entre los campos magnéticos y los cambios en la atmósfera debido al viento solar.
Este importante descubrimiento también se aplica a los planetas fuera de nuestro sistema solar, ya que los astrónomos ahora saben que incluso sin un campo magnético generado internamente, los exoplanetas pueden retener sus atmósferas como Venus y posiblemente incluso albergar vida.
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